En 1873 Japón había abandonado su militarismo hereditario por un sistema de conscripción. A pesar de su tradición elitista de samuráis, Japón aceptó el espíritu del ejército de masas más plenamente que las naciones de Europa. El reclutamiento era selectivo en lugar de universal y producía unos 150.000 nuevos hombres para la formación cada año. Convocados para un periodo de dos años, se hacía sentir a los reclutas que el ejército pertenecía a la nación y que era un honor entrar en él. Cuando un hombre completaba sus dos años de servicio, entraba en la reserva. En vísperas de la Segunda Guerra Mundial, la mayoría de los oficiales procedían de la clase media y no de la clase samurái, por lo que tenían afinidad con los reclutas. En definitiva, el ejército de reclutas durante esta época era un símbolo vivo de igualdad para los japoneses, que servían y apoyaban con una devoción casi fanática.
La llegada de la era termonuclear tras la Segunda Guerra Mundial sacudió, pero no desplazó, la teoría de los ejércitos de masas, y sólo unas pocas potencias importantes prescindieron de algún tipo de servicio obligatorio. El ejemplo más conspicuo fue el de Japón, que se desmilitarizó por completo en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial y que finalmente volvió a crear sus fuerzas armadas a pequeña escala y de forma voluntaria. Otro caso especial fue el de Gran Bretaña, que mantuvo su reclutamiento en tiempos de paz hasta 1960, cuando fue sustituido por el alistamiento voluntario y se abandonó prácticamente la idea de un ejército masivo. Canadá siguió el mismo patrón.
Después de 1948, Israel exigió tanto a hombres como a mujeres que sirvieran en las fuerzas armadas del nuevo Estado, al igual que la República Popular China después de 1949. Al principio, China ofrecía unos meses de formación militar básica a todos los jóvenes, pero los muchos millones de personas que había cada año resultaron ser un número demasiado grande como para formarlos a fondo. Al final, China se conformó con el reclutamiento militar obligatorio de forma muy selectiva. Alemania Occidental, que se desmilitarizó tras la Segunda Guerra Mundial, restableció el servicio militar obligatorio en 1956 de forma selectiva. La Unión Soviética mantuvo un sistema especialmente riguroso de reclutamiento universal, con un mínimo de dos años de servicio a la edad de 18 años, precedido por una formación militar a tiempo parcial en la escuela y una actualización periódica después. Al finalizar el servicio activo, el recluta pasaba a la reserva activa hasta los 35 años. Suiza, con su ejército ciudadano, siguió siendo un ejemplo notable de reclutamiento universal; todos los hombres sanos de 20 años recibían una formación inicial de cuatro meses, seguida de ocho periodos de formación de tres semanas hasta los 33 años, cuando pasaban a la reserva. En Estados Unidos, aunque el reclutamiento selectivo en tiempos de paz finalizó en 1973 como parte de un programa para establecer un servicio militar totalmente voluntario, en 1980 se reinstauró la inscripción para un futuro reclutamiento en caso de necesidad.
El final de la Guerra Fría y la aparición de sistemas de armamento de alta tecnología se combinaron para fomentar la profesionalización de los ejércitos europeos. Incluso Francia y Alemania se alejaron del servicio militar obligatorio, aunque sin repudiar sus supuestos beneficios sociales.