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Fijación funcional (Definición + Ejemplos)

Fijación funcional y resolución de problemas

La fijación funcional es práctica en la vida cotidiana y crucial para construir experiencia y especialización en campos donde es importante llegar a soluciones rápidas. Pero como vimos en el experimento de Duncker, este tipo de restricción cognitiva es el enemigo de la creatividad. La fijación funcional nos impide ver soluciones alternativas y dificulta la resolución de problemas.

La fijación funcional puede convertirse en un auténtico problema entre los profesionales. De hecho, las investigaciones demuestran que la fijeza funcional es una de las barreras más significativas para la innovación dentro de las grandes organizaciones. Si su trabajo es producir soluciones innovadoras, ser capaz de pensar «fuera de la caja» es una necesidad.

Entonces, ¿por qué nos limitamos a la hora de utilizar objetos?

Los niños, especialmente los menores de 5 años, no son tan parciales como los adultos. Como sabemos muy bien, los niños pequeños no dudan en convertir una pared en un lienzo en blanco para sus obras de arte. Pero como se les corrige constantemente, con el tiempo los niños se fijan más funcionalmente. Con el tiempo, se dan cuenta de que el único soporte aceptable para dibujar es el papel.

A medida que adquirimos más experiencia y conocimientos, nos fijamos cada vez más en el uso predeterminado de objetos y herramientas. Y cuanto más practicamos su uso de determinadas maneras, más difícil es ver otras alternativas.

El conocimiento y la experiencia sustituyen a la imaginación y a nuestra capacidad de ver un objeto para cualquier cosa que no sea su propósito original.

¿Cómo superar la fijación funcional?

La buena noticia es que la fijación funcional no es un trastorno psicológico que necesite intervención terapéutica. Podemos entrenar nuestra mente para superar el conjunto mental, es decir, el enfoque de la resolución de problemas basado en experiencias pasadas.

Hay algunos métodos que pueden ayudar a romper la fijeza funcional y desarrollar el pensamiento creativo:

Practicar el pensamiento creativo

Cuantas más veces se intente ver usos novedosos para los objetos cotidianos, más fácil resultará finalmente el proceso. Volvamos a la taza de té. ¿Qué otros usos, aparte de beber té (y afilar cuchillos), se te ocurren? Con un poco de imaginación, la misma taza puede convertirse en un pisapapeles, un portavelas, un cortapastas, un comedero para pájaros e incluso un amplificador de sonido para el teléfono.

La práctica ayuda a desarrollar nuestra capacidad de pensar de forma creativa. Fomenta algo que se llama pensamiento divergente, un término definido en 1967 por el psicólogo estadounidense J. P. Guilford.

Al contrario que el pensamiento convergente, que se centra en encontrar una única solución, el pensamiento divergente es un proceso creativo en el que se resuelve un problema utilizando estrategias que se desvían de las comúnmente utilizadas.

Cambiar el contexto

Obtener una nueva perspectiva suele ser útil cuando se trata de pensar en formas alternativas de abordar una tarea. En un entorno profesional, esto puede significar una lluvia de ideas en grupo o involucrar a personas de otras disciplinas para que compartan sus puntos de vista.

Considerar un problema desde un ángulo diferente nos impulsa a pensar de forma creativa.

Centrarse en las características en lugar de la función

Otra forma de romper con la forma habitual de ver los objetos es considerar de qué están hechos en lugar de concentrarse en su función. Enumera todas las características diferentes de un objeto y puede que se te ocurran sus usos alternativos. Una taza de té está hecha de cerámica, por lo que se puede descomponer en piezas para crear un mosaico.

Este enfoque ayuda a combatir la fijeza funcional al centrarse en el objeto en sí mismo y distanciarse de la mecánica de su uso previsto.

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