Francis Cabot Lowell y el telar mecánico
Orígenes del telar mecánico
Los telares, que se utilizan para tejer telas, existen desde hace miles de años. Pero hasta el siglo XVIII, se manejaban manualmente, lo que hacía que la producción de telas fuera un proceso lento. Esto cambió en 1784, cuando el inventor inglés Edmund Cartwright diseñó el primer telar mecánico. Su primera versión era impracticable para operar de forma comercial, pero en cinco años Cartwright había mejorado su diseño y estaba tejiendo telas en Doncaster, Inglaterra.
La fábrica de Cartwright fue un fracaso comercial, y se vio obligado a renunciar a su equipo como parte de la declaración de quiebra en 1793. Pero la industria textil británica estaba en auge y otros inventores siguieron perfeccionando el invento de Cartwright. En 1842, James Bullough y William Kenworthy habían introducido un telar totalmente automatizado, un diseño que se convertiría en el estándar de la industria durante el siglo siguiente.
América frente a Gran Bretaña
Mientras la Revolución Industrial estaba en auge en Gran Bretaña, los líderes de esa nación aprobaron una serie de leyes destinadas a proteger su dominio. Era ilegal vender telares mecánicos o los planos para construirlos a extranjeros, y los trabajadores de las fábricas tenían prohibido emigrar. Esta prohibición no sólo protegía a la industria textil británica, sino que también hacía casi imposible la competencia de los fabricantes textiles estadounidenses, que seguían utilizando telares manuales.
Entre en escena Francis Cabot Lowell (1775-1817), un comerciante de Boston especializado en el comercio internacional de textiles y otras mercancías. Lowell había visto de primera mano cómo los conflictos internacionales ponían en peligro la economía estadounidense por su dependencia de los productos extranjeros. La única manera de neutralizar esta amenaza, razonaba Lowell, era que Estados Unidos desarrollara una industria textil propia capaz de producir en masa.
Durante una visita a Gran Bretaña en 1811, Francis Cabot Lowell espió la nueva industria textil británica. Utilizando sus contactos, visitó varias fábricas en Inglaterra, a veces disfrazado. Al no poder comprar dibujos o un modelo de telar mecánico, memorizó el diseño del mismo. A su regreso a Boston, reclutó al maestro mecánico Paul Moody para que le ayudara a recrear lo que había visto.
Apoyados por un grupo de inversores llamado Boston Associates, Lowell y Moody abrieron su primer telar mecánico funcional en Waltham, Massachusetts, en 1814. El Congreso impuso una serie de aranceles sobre el algodón importado en 1816, 1824 y 1828, lo que hizo que los textiles estadounidenses fueran aún más competitivos.
Las chicas de la fábrica de Lowell
La fábrica eléctrica de Lowell no fue su única contribución a la industria estadounidense. También estableció un nuevo estándar para las condiciones de trabajo al contratar a mujeres jóvenes para manejar la maquinaria, algo casi inédito en esa época. A cambio de firmar un contrato de un año, Lowell pagaba a las mujeres relativamente bien para los estándares contemporáneos, les proporcionaba vivienda y les ofrecía oportunidades de educación y formación.
Cuando la fábrica recortó los salarios y aumentó las horas en 1834, las Lowell Mill Girls, como se conocía a sus empleadas, formaron la Factory Girls Association (Asociación de Chicas de Fábrica) para agitar una mejor compensación. Aunque sus esfuerzos por organizarse tuvieron un éxito desigual, se ganaron la atención del escritor Charles Dickens, que visitó la fábrica en 1842.
Dickens elogió lo que vio, señalando que «las habitaciones en las que trabajaban estaban tan bien ordenadas como ellas mismas. En las ventanas de algunas había plantas verdes, que estaban dispuestas para dar sombra a los cristales; en todas, había tanto aire fresco, limpieza y comodidad como la naturaleza de la ocupación podría admitir».
El legado de Lowell
Francis Cabot Lowell murió en 1817 a la edad de 42 años, pero su obra no murió con él. Con un capital de 400.000 dólares, la fábrica de Waltham empequeñeció a su competencia. Los beneficios de Waltham fueron tan grandes que los Asociados de Boston no tardaron en establecer otras fábricas en Massachusetts, primero en East Chelmsford (más tarde rebautizada en honor a Lowell), y luego en Chicopee, Manchester y Lawrence.
En 1850, los Asociados de Boston controlaban una quinta parte de la producción textil de Estados Unidos y se habían expandido a otras industrias, como el ferrocarril, las finanzas y los seguros. A medida que su fortuna crecía, los Boston Associates se dedicaron a la filantropía, creando hospitales y escuelas, y a la política, desempeñando un papel destacado en el Partido Whig de Massachusetts. La empresa seguiría funcionando hasta 1930, cuando se hundió durante la Gran Depresión.