Instituto de Nutrición Nestlé
El cuerpo humano contiene diez veces más bacterias que células, y apenas estamos empezando a comprender las implicaciones más amplias de este hecho para la salud. Cada vez hay más investigaciones que demuestran que tener un equilibrio entre las llamadas bacterias «buenas» y «malas» en los intestinos es importante, no sólo en los recién nacidos, sino también más adelante en la vida, y para la salud en general.
Repensar las bacterias en los recién nacidos
En los últimos años se ha producido una gran revalorización de las bacterias, y ahora se considera que muchas de ellas tienen un papel clave en el tratamiento o incluso la prevención de ciertas enfermedades relacionadas con el sistema inmunitario. En los recién nacidos, por ejemplo, se ha demostrado que estas bacterias buenas, o «probióticos», previenen enfermedades de la piel como el eczema y la dermatitis atópica, así como la rinitis alérgica (inflamación del interior de la nariz) y la enterocolitis necrotizante (una enfermedad potencialmente grave en la que muere parte del revestimiento de la pared intestinal). También se ha demostrado que los probióticos previenen y curan algunas diarreas en los recién nacidos.
Tradicionalmente, se ha aceptado de forma general que los bebés no están expuestos a ninguna bacteria hasta el momento del nacimiento. Desde entonces se ha demostrado que esta teoría es falsa, con estudios de vanguardia que demuestran que los probióticos administrados a las mujeres embarazadas pueden afectar al bebé mientras está en el útero, así como a través de la leche materna después del nacimiento.
El parto y la alimentación influyen en la necesidad de suplementación
El desarrollo y el equilibrio de las bacterias en los intestinos durante y después del parto están influidos por varios factores. Por ejemplo, se ha demostrado que los bebés nacidos por vía vaginal tienen diferentes tipos de bacterias en el intestino que los bebés nacidos por cesárea. La forma de alimentar al recién nacido también influye en el desarrollo de las bacterias en el intestino. La leche materna es una fuente natural de muchos probióticos que los bebés alimentados con fórmula desde el nacimiento pueden perder. Podría ser que la suplementación con probióticos pudiera llenar este vacío.
Así que, aunque la investigación hasta la fecha no ha llegado a poder decir que todos los bebés deberían recibir probióticos, en ciertas situaciones hay una utilidad muy clara para estas bacterias. A ello contribuye, por supuesto, el hecho de que los probióticos suelen tener un perfil de seguridad muy bueno. Varios estudios en bebés prematuros han demostrado que no hay complicaciones por recibir probióticos, sólo beneficios a través de la prevención de enfermedades graves.
Elegir un probiótico
El mercado está lleno de probióticos, y no siempre es fácil para un consumidor decidir qué es efectivo y qué no. Muchos productos afirman tener un efecto probiótico, pero a menudo no se ha realizado ninguna investigación científica. Para que un probiótico sea útil, las bacterias deben ser capaces de sobrevivir al paso por el estómago y el intestino. El probiótico también tiene que ser viable -es decir, contener bacterias vivas- en cualquier formulación que se venda. Puede tratarse de cápsulas, líquidos y fórmulas infantiles, por nombrar algunos.
También hay que tener en cuenta que no todos los probióticos son iguales. De la misma manera que usamos las tijeras para cortar papel pero no para cortar madera, hay algunos probióticos que son útiles para algunas cosas pero no para otras. Si un padre quiere ver un efecto concreto en su bebé, tiene que ser específico a la hora de elegir el probiótico adecuado para satisfacer sus expectativas. Me parece que a veces son los padres los que están más informados que los médicos, ya que a menudo están más motivados para hacer la investigación ellos mismos.