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Monoteísmo

Monoteísmo, creencia en la existencia de un solo dios, o en la unicidad de Dios. Como tal, se distingue del politeísmo, la creencia en la existencia de muchos dioses, del ateísmo, la creencia de que no hay ningún dios, y del agnosticismo, la creencia de que la existencia o inexistencia de un dios o de dioses es desconocida o incognoscible. El monoteísmo caracteriza las tradiciones del judaísmo, el cristianismo y el islam, y hay elementos de esta creencia en muchas otras religiones.

El monoteísmo y el politeísmo suelen considerarse en términos bastante sencillos, por ejemplo, como un mero contraste numérico entre el uno y los muchos. Sin embargo, la historia de las religiones indica muchos fenómenos y conceptos que deberían advertirnos contra la simplificación excesiva en este asunto. No hay ninguna razón válida para suponer, por ejemplo, que el monoteísmo es un desarrollo posterior en la historia de las religiones que el politeísmo. No existe ningún material histórico que demuestre que un sistema de creencias es más antiguo que el otro, aunque muchos estudiosos sostienen que el monoteísmo es una forma superior de religión y que, por lo tanto, debe ser un desarrollo posterior, asumiendo que lo que es más elevado vino después. Además, lo que cuenta en el monoteísmo no es la unicidad, sino la unicidad de Dios; no se afirma un dios como el opuesto lógico de muchos dioses, sino como una expresión de la fuerza y el poder divinos.

La elección del monoteísmo o del politeísmo, sin embargo, conlleva problemas, porque ninguno de los dos puede dar una respuesta satisfactoria a todas las preguntas que pueden plantearse razonablemente. La debilidad del politeísmo se revela especialmente en el ámbito de las preguntas sobre el origen último de las cosas, mientras que el monoteísmo tropieza con dificultades al tratar de responder a la pregunta sobre el origen del mal en un universo bajo el gobierno de un dios. Siempre queda una antítesis entre la multiplicidad de formas de las manifestaciones divinas y la unidad que puede pensarse o plantearse detrás de ellas. Lo uno y lo múltiple no forman una contradicción estática; hay, más bien, una polaridad y una tensión dialéctica entre ellos. La historia de las religiones muestra diversos esfuerzos por combinar la unidad y la multiplicidad en la concepción de lo divino. Dado que el judaísmo y el cristianismo son religiones monoteístas, la concepción monoteísta de lo divino ha asumido para la cultura occidental el valor de un axioma evidente. Esta asunción incuestionable se pone de manifiesto cuando se constata que para la cultura occidental ya no existe una opción aceptable entre el monoteísmo y el politeísmo, sino sólo una opción entre el monoteísmo, el ateísmo y el agnosticismo.

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