¿Perderán los peces su sentido del olfato en los océanos ácidos?
Si el olor del pescado crudo le hace pellizcarse la nariz, el sentimiento puede ser mutuo. A los peces -al menos a algunas especies de salmón- tampoco les gusta su olor corporal. A diferencia de los humanos, que no huelen mucho bajo el agua, los peces tienen una capacidad olfativa bastante buena. Los peces utilizan su sentido del olfato para encontrar comida, evitar a los depredadores, identificarse entre sí, detectar hábitats seguros e incluso localizar las zonas de desove.
En un experimento anterior, los científicos probaron 54 tipos diferentes de olores en salmones durante su migración anual de desove río arriba. Mezclaron los olores en la corriente y observaron las respuestas de los peces. La mayoría de los olores no produjeron una gran reacción por parte de los salmones, pero algunos, como la piel humana, la pata de oso, la pata de perro y el olor a león marino, generaron respuestas bastante intensas. Durante diez minutos después de que los científicos mezclaran estos olores en el agua, ningún salmón nadó río arriba. De hecho, unos cuantos saltaron hacia atrás. Los peces podían distinguir a sus depredadores por sus olores.
En un trabajo más reciente, los científicos descubrieron que los peces payaso son capaces de captar el olor de las hojas de los árboles que flotan en el agua, y utilizan ese olor para localizar islas con vegetación rodeadas de arrecifes donde pueden encontrar nuevos hogares. Incluso los peces payaso jóvenes cultivados en laboratorio fueron capaces de olfatear la vegetación de la selva tropical añadida al agua, lo que sugiere que esta capacidad es innata a la especie.
Pero el cambio climático está embotando los sentidos olfativos de los peces, según un nuevo estudio realizado por un equipo conjunto de tres instituciones de investigación del Reino Unido y Portugal. A medida que aumentan las emisiones de dióxido de carbono, más cantidad de éste se disuelve en el océano. Cuando el CO2 es absorbido por el agua del mar, forma ácido carbónico, que hace que los océanos sean más ácidos. En los últimos 200 años, el océano se volvió un 30% más ácido, y algunas fuentes tienen estimaciones incluso mayores. A finales de este siglo, podría ser 2,5 veces más ácido que ahora. En aguas muy ácidas, los peces tienen problemas para captar e identificar los olores, lo que puede comprometer su capacidad de supervivencia, según los investigadores.
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El equipo comparó el comportamiento de los juveniles de lubina que viven en aguas con los niveles actuales de dióxido de carbono y los previstos para finales de siglo y encontró marcadas diferencias. «El sentido del olfato de las lubinas se redujo hasta la mitad en el agua de mar acidificada con el nivel de CO2 previsto para finales de siglo», dijo Cosima Porteus, que dirigió el estudio en la Universidad de Exeter. «Las lubinas en aguas ácidas nadaban menos y eran menos propensas a responder cuando encontraban el olor de un depredador. Estos peces también eran más propensos a ‘congelarse’, lo que indica ansiedad»
Para entender lo que ocurre, el equipo registró la actividad en el sistema nervioso de los peces mientras la nariz de la criatura estaba expuesta a agua con diferentes niveles de dióxido de carbono disuelto. También estudiaron cómo la elevada acidez afectaba a los genes presentes en la nariz y el cerebro de la lubina. Descubrieron que muchos genes implicados en la percepción de los olores y el procesamiento de esa información funcionaban de forma diferente. Creen que esto se debe a que el agua acidificada afecta a la forma en que las moléculas odorantes se unen a los receptores olfativos de la nariz de los peces, reduciendo la capacidad de las criaturas para distinguir diversos estímulos importantes.
Aunque los científicos sólo experimentaron con lubinas, los procesos que rigen los sentidos olfativos en las especies acuáticas son bastante similares, por lo que otros peces probablemente tendrían problemas similares. Los seres humanos dependen de la lubina y de otras especies marinas como fuente de alimento, por lo que los hallazgos son preocupantes. «Todavía no se sabe con qué rapidez podrán los peces superar estos problemas a medida que aumente el CO2 en el futuro», dijo Porteus, pero el fenómeno afectará sin duda a su capacidad de adaptación.