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¿Qué es ser racional?

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por V.B. Shneider

¿Qué es ser racional? Un individuo parece ser racional, siendo racionales sus acciones. Pero, ¿qué significa actuar de forma racional? Volvamos a la noción de racionalidad como característica de la actividad humana y a los fenómenos que la noción en cuestión describe.

La amplia comprensión de la racionalidad puede causar un peligro de transmisión inexacta de un significado elegido en varios contextos y, por lo tanto, exige ser fijada en un significado definido. Esta «fijación» presupone la formulación de una definición exacta. Elegir la base para la definición del tipo no supone ningún problema. Los nombres de las nociones que no llevan, por regla general, ningún indicio de estar asociados a tal o cual significado, ¿qué argumentos hay que ofrecer en defensa de tal elección? Hay dos formas principales de elegir la base de una definición.

La primera es recurrir al lenguaje, a la tradición establecida de utilizar nociones en diversos contextos. El principal peligro en el camino es que la conservación de un significado inicial puede poner fin a tendencias no convencionales de interpretaciones poco comunes de la noción utilizada, estrechando así la esfera de su uso creativo. Toda noción depende del contexto, del sistema de su consideración. Por eso, aunque las categorías filosóficas tengan significados definidos, son en su mayoría relativas y susceptibles de cambiar su contenido incluso en el ámbito de una misma tradición filosófica, teniendo en cuenta la tradición histórica, el contexto y el aspecto del problema. Esta es la situación en lo que respecta a la noción de racionalidad.

En el siglo XX el problema de la racionalidad se ha convertido en uno de los problemas centrales de las investigaciones filosóficas. Las amplias manifestaciones de los «fenómenos de racionalidad» y la variedad de enfoques metodológicos en la filosofía social continental y anglosajona y en la filosofía de la ciencia definen la gran brújula de significados de la noción de racionalidad.

La segunda vía es acudir a la realidad, a aquellos fenómenos para los que no existen términos generalmente reconocidos, de modo que corresponde al investigador elegir cualquier nombre para denotarlos. Así, un astrónomo que descubre un nuevo cometa está justificado para llamarlo de cualquier manera, por muy extravagante que suene. Pero en una investigación científica tal libertad se ve en gran medida restringida por el hecho de que una palabra de un lenguaje actual conlleva una serie de significados que pueden distorsionar considerablemente la comprensión de los fenómenos para los que se utiliza. Por ello, la segunda vía implica necesariamente los elementos de la primera para proporcionar la notación más feliz para un fenómeno dado.

Los diccionarios de las lenguas europeas modernas, siendo el inglés, el francés y el alemán los básicos, atestiguan que «norma», «razón» y «conveniencia» se registran entre los significados más fundamentales de la palabra «racionalidad». Por lo tanto, definamos la racionalidad como una normatividad basada en la razón que garantiza un proceso de actividad expeditivo. Entonces la pregunta «¿Qué es ser racional?» podría tener la siguiente respuesta, por muy general que parezca. Un hombre es racional en sus acciones si éstas se realizan de acuerdo con unas razones sensatas que hacen posible la consecución del fin que persigue. Aclaremos nuestro significado.

Cualquier actividad posee una estructura universal: fin – medios – resultado. Siendo una imagen ideal de un resultado final, una reverberación de demandas objetivamente existentes, el objetivo como elemento de la actividad caracteriza su resultado predecible en la conciencia de un individuo. Es un elemento fundamental de su estructura, un modo de construcción de la actividad, un principio integral de reducción de diversas acciones a un sistema que posee una cualidad de valor absoluto dentro de la estructura universal de la actividad y tiene una base valorativa externa, es decir, una base valorativa de la propia actividad. Los medios de la actividad, en el sentido más amplio de la palabra, incluyen todo el complejo de condiciones, actos y cosas, métodos y formas que hacen posible la consecución del objetivo, su resultado previsible. Así, el resultado como elemento de la actividad aparece como encarnación de su imagen ideal y de su proyecto.

De acuerdo con la definición, la actividad humana es expeditiva y como el fenómeno de la racionalidad pertenece exclusivamente a la esfera de la actividad humana, de ahí que todo lo racional sea expeditivo. La conveniencia significa una sumisión absoluta de todos los elementos de la actividad a su objetivo, tal conjunto de elementos que necesariamente resultan en la consecución del objetivo. Pasemos a uno de los aspectos de la racionalidad, el de la normatividad, que hará aún más profundo nuestro estudio del fenómeno anterior.

En la realidad cultural hay dos tipos principales de normas. El primer tipo es una norma tradicional que ha surgido espontáneamente en el proceso de desarrollo social y que, por regla general, es anónima y se transmite por medio de las costumbres, la imitación, etc. Este tipo incluye costumbres y normas informales de diferentes grupos. Pero junto a estas normas hay otras que han surgido como resultado de una actividad razonable de la conciencia o de normas tradicionales reflejadas críticamente por la razón. Las normas de este tipo no aparecen espontáneamente y tienen un autor. Estas normas están formadas textualmente y se basan en cierta argumentación lógica. Por ejemplo, diferentes leyes jurídicas, reglas administrativas, normas tecnológicas, el «Código de Napoleón», etc. A esta clase también incluimos las normas de moral y etiqueta, aunque estas normas poseen un carácter tradicional en mayor grado que las normas jurídicas o tecnológicas y no tienen ni una redacción unívoca y estricta ni un origen codificado unitario.

Suponemos que tales normas, reflejadas socialmente, expresadas textualmente y basadas en una argumentación lógica subyacen a una actividad racional de las personas. Por lo tanto, no todo tipo de actividad regulada normativamente puede ser caracterizada como racional.

Así que un modelo teórico de racionalidad es un modelo de comportamiento y pensamiento humano, la actividad humana en su conjunto, realizada de acuerdo con las normas que encuentran su fundamentación en el procedimiento de la actividad analítica de la razón humana.

Por norma razonablemente fundamentada entendemos tal norma cuya adopción se deriva de un determinado razonamiento. En un caso último una forma lógica de tal fundamentación es un simple silogismo.

De hecho hay dos modos de fundamentación razonable de las normas: valual y normativo. El primero se dirige a la esfera de los valores y a la relación entre normas y valores. Este modo de fundamentación razonable de las normas puede utilizarse en caso de una posible reducción de las normas a valores. Por ejemplo:

Una acción buena es obligatoria.
Una observancia del proceso tecnológico es un acto bueno.
En consecuencia, una observancia del proceso tecnológico es obligatoria.

Pero es posible construir un procedimiento de fundamentación de las normas en el ámbito de la esfera normativa. Esta fundamentación presupone una introducción de postulados normativos (o las llamadas presunciones). Por ejemplo:

Una acción conforme a las normas (derecho) es obligatoria.
Una observancia del proceso tecnológico es una acción conforme a las normas (derecho).
En consecuencia, una observancia del proceso tecnológico es obligatoria.

Hay que tener en cuenta que los ejemplos citados anteriormente ilustran sólo los principales modos de fundamentación de las normas en el nivel más primitivo.

Con el término «racionalidad» queremos abarcar tales aspectos de la actividad humana que se refieren a la capacidad analítica de la razón, la planificación metodológica, el cálculo pragmático y la conveniencia. Tal actividad se realiza, a nuestro entender, utilizando medios normativos de su utilización.

No se puede negar el hecho de que la razón (en el sentido más común) da lugar a lo «racional». La razón, como capacidad humana, se extiende naturalmente al ámbito de la actividad humana y ésta adquiere un carácter razonable. Pero la racionalidad, en nuestra opinión, caracteriza en gran medida los aspectos formales de la actividad, su vertiente tecnológica. La racionalidad está relacionada con las funciones analíticas, sistematizadoras y calculadoras de la razón humana, con una idea de método y algoritmo.

Así, la actividad racional es una actividad realizada normativamente, que se acepta generalmente como una actividad debida, pero sólo tal actividad que se realiza de acuerdo con una normatividad razonablemente fundamentada, que con la necesidad garantiza la consecución del objetivo de la actividad. Por eso esta actividad es expeditiva. Ahora consideraremos la conveniencia como un carácter de la actividad racional que se realiza normativamente.

Hay un fin de la actividad y una clase de medios de actividad que proporcionan la consecución del fin. Entonces una conveniencia es una característica de la actividad que describe la consecución inevitable del objetivo debido a los medios de actividad socialmente normalizados. De acuerdo con la interpretación normativa de la oportunidad, los medios de la actividad en forma de condiciones necesarias de la actividad, ciertos sujetos, reglas metodológicas y diferentes prescripciones – son consistentes con el objetivo debido a su estatus normativo. Es obvio que la interpretación normativa de la conveniencia la estrecha como características de la actividad por la esfera de influencia de la normatividad social. Considerando esto, ninguna de las actividades normativas es racional. Así, la conveniencia como característica de la actividad racional presenta un logro necesario del objetivo de cierta actividad que se basa en la normatividad basada a su vez en los procesos de la actividad analítica de la razón humana. La normatividad reflejada por la razón y basada en la normatividad presupone un cálculo del procedimiento de realización de la actividad racional, la presencia de normas y reglas de realización expeditivas, la presencia de un algoritmo real.

Por lo tanto, la conveniencia como característica de la actividad racional significa el logro del objetivo por medio de un programa normativo, algoritmo que implica necesariamente este logro. Un algoritmo es una descripción estricta, fácil e inequívocamente interpretada de una decisión consistentemente realizada (por medio de pasos separados) de cualquier tarea de una cierta clase de tareas. Por ejemplo, los procedimientos de adición, sustracción, el algoritmo de Euclides, etc. La observancia del procedimiento con necesidad garantiza un resultado correcto desde el punto de vista de las reglas que proporcionan su utilización. La normatividad basada en la razón subyace a la base de producción y utilización de cualquier algoritmo. Los rasgos característicos de cualquier algoritmo son los siguientes: determinabilidad, conveniencia y popularidad. Hablando de la normatividad de los algoritmos, nos gustaría subrayar que debido al carácter prescriptivo-descriptivo de las normas que subyacen a los algoritmos, estos últimos no son sólo descripciones, sino prescripciones, reglas, recomendaciones, etc.

Esta determinación prescriptiva de las normas basadas garantiza la conveniencia de la actividad algorítmica como un logro necesario del objetivo y, además, de la manera más corta posible. Estas propiedades de los algoritmos determinan los algoritmos como medios atributivos y características de la actividad racional.

Así pues, la actividad racional es una actividad de este tipo que se fundamenta en normas (que se basan razonablemente) y se realiza en correspondencia con el programa algorítmico de su realización.

En conclusión, nos gustaría llamar la atención de nuestro lector sobre el problema de la correlación entre los diferentes sistemas normativos como bases de las acciones racionales en la realidad social. Hay varios sistemas normativos diferentes en la cultura: moral, derecho, ciencia, etc. Cada sistema normativo se construye, por regla general, sin contradicciones entre las normas. Pero las normas de los diferentes sistemas normativos pueden ser contradictorias (por ejemplo, ciertas normas de la moral y del derecho). No hay ningún problema si una acción está controlada por normas de un sistema normativo o por normas que no son contradictorias. Pero hay casos en los que una acción puede ser interpretada (y realmente controlada) desde diferentes sistemas normativos por normas contradictorias. En tales situaciones las bases de racionalidad son relativas y proponen una elección de la interpretación normativa para actuar.

Aclaremos nuestro sentido con un ejemplo. ¿Qué debe hacer un hombre si se entera de que su mejor amigo, al que le debe la vida, ha cometido un grave delito? ¿Debe denunciar a su amigo a la policía o debe ocultar al criminal? Supongamos que es consciente de que esta acción suya puede ser probada. El Código Penal de varios países incluye un artículo (norma) que persigue la ocultación, aunque las penas son diferentes. En la URSS el artículo en cuestión dejó de existir en 1990. En una situación como esta no tiene sentido apelar a las características de la actividad como la racionalidad hasta que un individuo hace su elección de la base de la acción.

En la vida real un individuo participa tanto real como potencialmente en varias esferas de la existencia humana y por lo tanto, utilizando la terminología de la teoría de los juegos, juega varias obras a la vez, las funciones de sus ganancias son diferentes y reguladas por varios sistemas normativos. En la vida real todo está interrelacionado: los medios se convierten en objetivos y los objetivos en sus medios. Supongamos que un individuo tiene como objetivo principal llegar a tiempo a su trabajo. Supongamos que para ello debe cruzar la calle, pero en este sitio sólo se permite cruzar la calle por el pasaje subterráneo. Si baja al pasaje, seguramente llegará tarde a su trabajo. Supongamos que esta alternativa no es culpa suya sino que está objetivamente condicionada. ¿Qué debe hacer? Si su valor último es llegar a tiempo a su trabajo, está justificado concluir que romperá las normas de tráfico y cortará la calle para llegar a su trabajo de la forma más corta posible. Supongamos un policía de guardia en esta misma parte de la carretera. Entonces podemos imaginar una situación en la que el individuo, racional en cuanto a su objetivo final, acabe con «el miembro de la ley», una empresa digna de un loco en un ataque de ira. Es mejor suponer que el individuo corregirá su objetivo convirtiendo así el cruzar la calle de acuerdo con las normas de tráfico en un objetivo propio. Podríamos suponer igualmente que llegar tarde a un trabajo conlleva una severa reprimenda mientras que cruzar la calle de forma incorrecta (lugar) le amenaza con una larga pena de cárcel. Es muy posible que en una situación así el individuo -como un jugador que echa sus cartas sobre la mesa ya que las apuestas aumentan monstruosamente- prefiera probablemente llegar tarde a su trabajo que arriesgarse aunque no haya ningún policía a la vista.

Así, en varios casos los fundamentos de la racionalidad resultan ser relativos. Qué sistema normativo debe ser preferible? ¿Cómo ser racional? En un caso como éste la pregunta sobre la racionalidad es incorrecta. La cuestión de la elección de un basamento y del aspecto de la interpretación normativa de cualquier acción parece estar fuera del ámbito de la racionalidad. Para elegir un fundamento normativo para una acción, la jerarquía de las preferencias sociales e individuales adquiere la máxima importancia. Cabe señalar que existen importantes fundamentos de este tipo en el contexto cultural, es decir, sanciones judiciales y morales garantizadas por el Estado y las tradiciones. Sin embargo, puede haber un mundo de diferencia entre las preferencias reguladas socialmente y las individuales. Por eso la elección de un basamento en una situación como ésta desde el punto de vista de un individuo es una cuestión de sus preferencias de vital importancia. Se trata de una elección existencial suya!

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