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¿Qué significa realmente «kafkiano»? Un breve vídeo animado lo explica

Los adjetivos derivados de los nombres de grandes escritores pretenden encapsular filosofías o modos de expresión enteros. Tenemos el homérico, el shakespeariano, el joyceano, etc. Dos de esos adjetivos que parecen aplicarse más a nuestra condición contemporánea expresan, lamentablemente, visiones mucho más oscuras y estrechas que éstas: «orwelliano» y «kafkiano». Estos adjetivos también -sugiere el escritor Noah Tavlin- nombran dos de las visiones de autor más incomprendidas. En un vídeo de TEDEd del año pasado, Tavlin trató de aclarar la confusión sobre lo «orwelliano», un término que es lanzado por los expertos como un frisbee político.

Tavlin vuelve en el vídeo de arriba a explicar el significado de «kafkiano», un descriptor menos abusado pero que todavía no apreciamos del todo. Comienza con un breve resumen de la novela de Kafka El proceso, en la que «K, el protagonista, es detenido de la nada y se le hace pasar por un proceso desconcertante en el que no se le aclara ni la causa de su detención ni la naturaleza del proceso judicial». El escenario es «considerado tan característico de la obra de Kafka» que los estudiosos utilizan el término «kafkiano» para describirlo. Lo kafkiano se ha convertido en una evocación de todas las «experiencias innecesariamente complicadas y frustrantes, como verse obligado a navegar por los laberintos de la burocracia».

Pero la palabra es mucho más rica que un uso tan casual como el de describir un viaje al Departamento de Tráfico.

Tavlin hace referencia al relato corto de Kafka «Poseiden», en el que el dios del mar no puede explorar ni disfrutar de su reino porque está enterrado bajo montañas de papeleo. En realidad, es «prisionero de su propio ego», no está dispuesto a delegar porque ve a sus subordinados como indignos de la tarea. Esta historia, sostiene Tavlin, «contiene todos los elementos que conforman un escenario verdaderamente kafkiano»

No es la absurdidad de la burocracia por sí sola, sino la ironía del razonamiento circular del personaje en reacción a ella, lo que es emblemático de la escritura de Kafka. Sus historias tragicómicas actúan como una forma de mitología para la era industrial moderna, empleando la lógica del sueño para explorar las relaciones entre los sistemas de poder arbitrario y los individuos atrapados en ellos.

Tavlin se refiere a La metamorfosis y a «Un artista del hambre» como otros ejemplos de cómo los personajes de Kafka complican en exceso sus propias vidas a través de su devoción fanática y singular a condiciones absurdas.

Pero, como admite Tavlin más adelante en el vídeo, los desconcertantes mecanismos de poder en historias como El proceso también «apuntan a algo mucho más siniestro»: la idea de que las arcanas burocracias se autoperpetúan y operan con independencia de las personas que supuestamente están en el poder, que a su vez se reducen a funcionarios de fuerzas misteriosas e irresponsables. Tavlin cita a Hannah Arendt, que estudió las pesadillas totalitarias que Kafka previó, y escribió sobre la «tiranía sin tirano». Más recientemente, el filósofo Manuel De Landa ha teorizado sobre sistemas cada vez más complejos e impersonales que funcionan sin apenas necesidad de intervención humana. Su obra La guerra en la era de las máquinas inteligentes, por ejemplo, imagina la guerra moderna como la evolución de las operaciones de sistemas de armas más o menos autoorganizados. Los teóricos observan con frecuencia que la velocidad del avance tecnológico avanza ahora a un ritmo tan vertiginoso que pronto superará nuestra capacidad de control o comprensión. Tal vez, como sugiere Elon Musk de Tesla, nosotros mismos no somos más que operaciones en un sistema complejo, seres simulados dentro de un programa informático.

Pero escenarios como los de De Landa y Musk tampoco son lo más kafkiano, pues estos teóricos de la tecnocracia moderna carecen de una característica clave de la visión de Kafka: su sentido del humor oscuro, tragicómico y absurdo, que impregna incluso sus visiones más sombrías. Por un lado, dice Tavlin, «dependemos de sistemas de administración cada vez más enrevesados» y nos encontramos juzgados y gobernados «por personas que no podemos ver según reglas que no conocemos», una situación destinada a provocar una profunda ansiedad y angustia psicológica. Por otro lado, la atención de Kafka al absurdo, «refleja nuestros defectos hacia nosotros mismos», recordándonos que «el mundo en el que vivimos es uno que hemos creado». No estoy tan seguro, como concluye Tavlin, de que Kafka creyera que tenemos el «poder de cambiar a mejor» los sistemas excesivamente complicados que apenas comprendemos. La visión cómica de Kafka, creo, participa en última instancia de lo que Miguel de Unamuno llamó «el sentido trágico de la vida». Pero no niega del todo a sus personajes toda la libertad de elección, aunque a menudo no tengan ni idea de entre qué están eligiendo ni por qué.

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Josh Jones es un escritor y músico afincado en Durham, NC. Síguelo en @jdmagness

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