Razonamiento moral
A partir de los resultados empíricos de los estudios conductuales y neurocientíficos, los psicólogos sociales y cognitivos intentaron desarrollar una teoría descriptiva (más que normativa) más precisa del razonamiento moral. Es decir, el énfasis de la investigación estaba en cómo los individuos del mundo real hacían juicios, inferencias, decisiones y acciones morales, más que en lo que debería considerarse como moral.
Teoría del proceso dual e intuicionismo socialEditar
Las teorías del desarrollo del razonamiento moral fueron criticadas por priorizar en la maduración del aspecto cognitivo del razonamiento moral. Desde la perspectiva de Kohlberg, se considera que una persona está más avanzada en el razonamiento moral en la medida en que es más eficiente en el uso del razonamiento deductivo y de los principios morales abstractos para hacer juicios morales sobre instancias particulares. Por ejemplo, un razonador avanzado puede razonar silogísticamente con el principio kantiano de «tratar a los individuos como fines y nunca como meros medios» y una situación en la que unos secuestradores piden un rescate por un rehén, para concluir que los secuestradores han violado un principio moral y deben ser condenados. En este proceso, se supone que los razonadores son racionales y tienen un control consciente sobre cómo llegan a los juicios y las decisiones.
Sin embargo, en contraste con este punto de vista, Joshua Greene y sus colegas argumentaron que los juicios morales de los legos están significativamente influenciados, si no moldeados, por la intuición y la emoción en contraposición a la aplicación racional de las reglas. En sus estudios de resonancia magnética funcional realizados a principios de la década de 2000, mostraron a los participantes tres tipos de escenarios de decisión: un tipo incluía dilemas morales que provocaban una reacción emocional (condición moral-personal), el segundo tipo incluía dilemas morales que no provocaban una reacción emocional (condición moral-impersonal), y el tercer tipo no tenía contenido moral (condición no moral). Regiones cerebrales como la circunvolución cingular posterior y la circunvolución angular, cuya activación se sabe que se correlaciona con la experiencia de la emoción, mostraron activaciones en la condición moral-personal pero no en la condición moral-impersonal. Mientras tanto, las regiones conocidas por su correlación con la memoria de trabajo, incluyendo la circunvolución frontal media derecha y el lóbulo parietal bilateral, fueron menos activas en la condición moral-personal que en la condición moral-impersonal. Además, la actividad neural de los participantes en respuesta a los escenarios morales-impersonales fue similar a su actividad en respuesta a los escenarios de decisión no morales.
Otro estudio utilizó variantes del problema del carrito que diferían en la dimensión «personal/impersonal» y encuestó el juicio de permisividad de las personas (escenarios 1 y 2). En todos los escenarios, se presentó a los participantes la opción de sacrificar a una persona para salvar a cinco. Sin embargo, dependiendo del escenario, el sacrificio implicaba empujar a una persona desde una pasarela para bloquear el tranvía (condición del dilema de la pasarela; personal) o simplemente accionar un interruptor para desviar el tranvía (condición del dilema del tranvía; impersonal). Las proporciones de participantes que juzgaron el sacrificio como permisible diferían drásticamente: 11% (dilema de la pasarela) frente a 89% (dilema del carrito). Esta diferencia se atribuyó a la reacción emocional evocada por tener que aplicar la fuerza personal sobre la víctima, en lugar de simplemente lanzar un interruptor sin contacto físico con la víctima. Centrándonos en los participantes que juzgaron el sacrificio en el dilema del carrito como permisible, pero el sacrificio en el dilema de la pasarela como no permisible, la mayoría de ellos no pudo proporcionar una justificación plausible para sus diferentes juicios.
A partir de estos resultados, los psicólogos sociales propusieron la teoría del proceso dual de la moralidad. Sugirieron que nuestra intuición emocional y nuestro razonamiento deliberado no sólo son cualitativamente distintos, sino que también compiten en la toma de juicios y decisiones morales. Cuando se emite un juicio moral emotivo, la intuición produce primero una respuesta automática, inconsciente e inmediata. A continuación, se produce un razonamiento más cuidadoso, deliberado y formal para producir una respuesta que sea consistente o inconsistente con la respuesta anterior producida por la intuición, en paralelo con la forma más general de la teoría del proceso dual del pensamiento. Pero en contraste con la visión racional anterior sobre el razonamiento moral, se propuso el dominio del proceso emocional sobre el proceso racional. Haidt destacó el aspecto de la moralidad no accesible directamente por nuestra búsqueda consciente en la memoria, la ponderación de las pruebas o la inferencia. Describe el juicio moral como algo parecido al juicio estético, en el que se produce una aprobación o desaprobación instantánea de un acontecimiento u objeto al percibirlo. Por lo tanto, una vez producida, la respuesta intuitiva inmediata hacia una situación o persona no puede ser fácilmente anulada por la consideración racional que sigue. La teoría explicaba que, en muchos casos, las personas resuelven la incoherencia entre los procesos intuitivos y racionales utilizando estos últimos para justificar a posteriori los primeros. Haidt, utilizando la metáfora «el perro emocional y su cola racional», aplicó dicha naturaleza de nuestro razonamiento a los contextos que van desde la percepción de la persona hasta la política.
Una ilustración notable de la influencia de la intuición implicaba el sentimiento de asco. Según la teoría de los fundamentos morales de Haidt, los liberales políticos se basan en dos dimensiones (daño/cuidado y justicia/reciprocidad) de evaluación para emitir juicios morales, pero los conservadores utilizan tres dimensiones adicionales (grupo/lealtad, autoridad/respeto y pureza/santidad). Entre ellas, los estudios han revelado la relación entre las evaluaciones morales basadas en la dimensión pureza/santidad y la experiencia de asco del razonador. Es decir, las personas con mayor sensibilidad al asco eran más propensas a ser conservadoras respecto a cuestiones políticas como el matrimonio homosexual y el aborto. Además, cuando los investigadores recordaron a los participantes que debían mantener el laboratorio limpio y lavarse las manos con antisépticos (cebando así la dimensión pureza/santidad), las actitudes de los participantes fueron más conservadoras que en la condición de control.
Otros estudios plantearon críticas hacia la interpretación de Haidt de sus datos. Augusto Blasi también rebate las teorías de Jonathan Haidt sobre la intuición y el razonamiento moral. Está de acuerdo con Haidt en que la intuición moral desempeña un papel importante en el funcionamiento de los seres humanos. Sin embargo, Blasi sugiere que las personas utilizan el razonamiento moral más de lo que afirman Haidt y otros científicos cognitivos. Blasi defiende el razonamiento moral y la reflexión como base del funcionamiento moral. El razonamiento y la reflexión juegan un papel clave en el crecimiento de un individuo y en el progreso de las sociedades.
Razonamiento motivadoEditar
Se planteó una teorización del razonamiento moral similar a la teoría del proceso dual con énfasis en nuestras motivaciones para llegar a ciertas conclusiones. Ditto y sus colegas compararon a los razonadores morales en situaciones cotidianas con los abogados legos que los jueces legos; las personas no razonan en la dirección de la evaluación de la evidencia individual a la conclusión moral (de abajo hacia arriba), sino de una conclusión moral preferida a la evaluación de la evidencia (de arriba hacia abajo). El primero se asemeja al proceso de pensamiento de un juez que está motivado para ser preciso, imparcial y sin prejuicios en sus decisiones; el segundo se asemeja al de un abogado cuyo objetivo es ganar una disputa utilizando argumentos parciales y selectivos.
Kunda propuso el razonamiento motivado como un marco general para entender el razonamiento humano. Hizo hincapié en la amplia influencia de la excitación fisiológica, el afecto y la preferencia (que constituyen la esencia de la motivación y las creencias apreciadas) en nuestros procesos cognitivos generales, incluyendo la búsqueda de memoria y la construcción de creencias. Es importante destacar que los sesgos en la búsqueda de memoria, la formación de hipótesis y la evaluación dan lugar a un sesgo de confirmación, lo que dificulta que los razonadores evalúen de forma crítica sus creencias y conclusiones.
Aplicado al ámbito moral, nuestra fuerte motivación para favorecer a las personas que nos gustan nos lleva a recordar creencias e interpretar los hechos de forma que las favorezcan. En Alicke (1992, Estudio 1), los participantes hicieron juicios de responsabilidad sobre un agente que conducía por encima del límite de velocidad y causó un accidente. Cuando el motivo del exceso de velocidad se describió como moral (esconder un regalo para el aniversario de sus padres), los participantes asignaron menos responsabilidad al agente que cuando el motivo era inmoral (esconder un frasco de cocaína). Aunque la atribución causal del accidente puede caer técnicamente en el ámbito de la comprensión objetiva y fáctica del suceso, se vio sin embargo significativamente afectada por la intención percibida del agente (que se presumía que había determinado la motivación de los participantes para alabarlo o culparlo).
Otro trabajo de Simon, Stenstrom y Read (2015, Estudios 3 y 4) utilizó un paradigma más amplio que mide varios aspectos de la interpretación de los participantes de un evento moral, incluyendo inferencias fácticas, actitud emocional hacia los agentes y motivaciones hacia el resultado de la decisión. Los participantes leyeron un caso relacionado con una supuesta mala conducta académica y se les pidió que interpretaran el papel de un funcionario judicial que debía emitir un veredicto. Una estudiante llamada Debbie había sido acusada de hacer trampas en un examen, pero la situación general del incidente se mantuvo ambigua para que los participantes pudieran razonar en la dirección deseada. A continuación, los investigadores intentaron manipular la motivación de los participantes para apoyar a la universidad (concluir que había hecho trampas) o a Debbie (que no había hecho trampas) en el caso. En una condición, el escenario destacaba que, debido a incidentes anteriores de trampas, los esfuerzos de los estudiantes honestos no habían sido honrados y la reputación de la universidad se había visto afectada (Estudio 4, condición Pro-Universidad); en otra condición, el escenario afirmaba que el hermano de Debbie había fallecido a causa de un trágico accidente hace unos meses, provocando la motivación de los participantes para apoyar y simpatizar con Debbie (Estudio 3, condición Pro-Debbie). Los resultados de la simulación conductual y por ordenador mostraron un cambio general en el razonamiento -inferencia fáctica, actitud emocional y decisión moral- dependiendo de la motivación manipulada. Es decir, cuando se provocó la motivación para favorecer a la universidad/Debbie, la comprensión e interpretación holística del incidente por parte de los participantes cambió en el sentido de favorecer a la universidad/Debbie. En estos procesos de razonamiento, se demostró que la ambigüedad situacional era crítica para que los razonadores llegaran a su conclusión preferida.
Desde una perspectiva más amplia, Holyoak y Powell interpretaron el razonamiento motivado en el ámbito moral como un patrón especial de razonamiento predicho por el marco de razonamiento basado en la coherencia. Este marco general de la cognición, teorizado inicialmente por el filósofo Paul Thagard, sostiene que muchas funciones cognitivas complejas de orden superior son posibles gracias al cálculo de la coherencia (o la satisfacción de las restricciones) entre representaciones psicológicas como los conceptos, las creencias y las emociones. El marco de razonamiento basado en la coherencia establece vínculos simétricos entre las representaciones psicológicas coherentes (cosas que coexisten) e incoherentes (cosas que no coexisten) y las utiliza como restricciones, proporcionando así una forma natural de representar los conflictos entre motivaciones, observaciones, comportamientos, creencias y actitudes irreconciliables, así como las obligaciones morales. Es importante destacar que el marco de Thagard era muy completo, ya que proporcionaba una base computacional para modelar los procesos de razonamiento utilizando hechos y creencias morales y no morales, así como variables relacionadas con las cogniciones «calientes» y «frías».
Causalidad e intencionalidadEditar
Las teorías clásicas de la percepción social habían sido ofrecidas por psicólogos como Fritz Heider (modelo de acción intencional) y Harold Kelley (teoría de la atribución). Estas teorías ponían de relieve cómo las personas entienden la acción de otra persona basándose en su conocimiento causal de los factores internos (intención y capacidad del actor) y externos (entorno) que rodean esa acción. Es decir, las personas asumen una relación causal entre la disposición o los estados mentales de un actor (personalidad, intención, deseo, creencia, capacidad; causa interna), el entorno (causa externa) y la acción resultante (efecto). En estudios posteriores, los psicólogos descubrieron que el juicio moral hacia una acción o un actor está críticamente vinculado con estas comprensiones causales y el conocimiento sobre el estado mental del actor.
Bertram Malle y Joshua Knobe realizaron estudios de encuestas para investigar la comprensión y el uso (el concepto popular) que hacen los legos de la palabra «intencionalidad» y su relación con la acción. Sus datos sugirieron que la gente piensa en la intencionalidad de una acción en términos de varios constituyentes psicológicos: el deseo de obtener un resultado, la creencia sobre el resultado esperado, la intención de actuar (combinación del deseo y la creencia), la habilidad para conseguir el resultado y la conciencia de la acción mientras se realiza dicha acción. En consonancia con este punto de vista, así como con nuestras intuiciones morales, los estudios encontraron efectos significativos de la intención, el deseo y las creencias del agente en varios tipos de juicios morales, Utilizando diseños factoriales para manipular el contenido en los escenarios, Cushman mostró que la creencia y el deseo del agente con respecto a una acción dañina influyó significativamente en los juicios de maldad, permisibilidad, castigo y culpa. Sin embargo, el hecho de que la acción tuviera o no consecuencias negativas sólo afectaba a los juicios de culpa y castigo, pero no a los juicios de maldad y permisividad. Otro estudio también proporcionó pruebas neurocientíficas de la interacción entre la teoría de la mente y el juicio moral.
A través de otro conjunto de estudios, Knobe mostró un efecto significativo en la dirección opuesta: Los juicios de intencionalidad se ven significativamente afectados por la evaluación moral del actor y la acción por parte del razonador. En uno de sus escenarios, un director general de una empresa se entera de un nuevo programa diseñado para aumentar los beneficios. Sin embargo, también se espera que el programa beneficie o perjudique al medio ambiente como efecto secundario, a lo que él responde diciendo «no me importa». El efecto secundario fue juzgado como intencional por la mayoría de los participantes en la condición de daño, pero el patrón de respuesta se invirtió en la condición de beneficio.
Muchos estudios sobre el razonamiento moral han utilizado escenarios ficticios que involucran a extraños anónimos (por ejemplo, el problema del carrito) para poder descartar factores externos irrelevantes para la hipótesis del investigador. Sin embargo, se han planteado críticas sobre la validez externa de los experimentos en los que los razonadores (participantes) y el agente (objetivo del juicio) no están asociados de ninguna manera. Frente al énfasis anterior en la evaluación de los actos, Pizarro y Tannenbaum destacaron nuestra motivación inherente para evaluar los caracteres morales de los agentes (por ejemplo, si un actor es bueno o malo), citando la ética aristotélica de la virtud. Según su opinión, aprender el carácter moral de los agentes que nos rodean debe haber sido una preocupación primordial para los primates y los humanos desde sus primeras etapas de evolución, porque la capacidad de decidir con quién cooperar en un grupo era crucial para la supervivencia. Además, los actos observados ya no se interpretan por separado del contexto, pues ahora se considera que los razonadores realizan simultáneamente dos tareas: la evaluación (inferencia) del carácter moral del agente y la evaluación de su acto moral. El enfoque centrado en la persona para el juicio moral parece ser coherente con los resultados de algunos de los estudios anteriores que involucraron el juicio de carácter implícito. Por ejemplo, en el estudio de Alicke (1992), los participantes pueden haber juzgado inmediatamente como negativo el carácter moral del conductor que condujo a su casa para esconder la cocaína, y tal inferencia llevó a los participantes a evaluar la causalidad que rodeaba el incidente de forma matizada (por ejemplo una persona tan inmoral como él podría haber ido a toda velocidad también).
Para dar cuenta de la comprensión y el uso por parte de los legos de las relaciones causales entre variables psicológicas, Sloman, Fernbach y Ewing propusieron un modelo causal de juicio de intencionalidad basado en la red bayesiana. Su modelo postula formalmente que el carácter del agente es una causa del deseo del agente por el resultado y la creencia de que la acción tendrá una consecuencia, el deseo y la creencia son causas de la intención hacia la acción, y la acción del agente es causada tanto por esa intención como por la habilidad para producir la consecuencia. Combinando el modelado computacional con las ideas de la investigación de la teoría de la mente, este modelo puede proporcionar predicciones para las inferencias en la dirección ascendente (de la acción a la intencionalidad, el deseo y el carácter), así como en la dirección descendente (del carácter, el deseo y la intencionalidad a la acción).