¿Rumano o ruso? Una cuestión geopolítica en Moldavia
BUCHAREST, Rumanía (AP) – El embajador de Japón en Moldavia domina el idioma oficial del país: el rumano. Pero en un giro geopolítico, el alcalde de la segunda ciudad más grande de la nación de Europa del Este es un ruso parlante que necesitó un traductor cuando se reunió con el diplomático el mes pasado.
Si bien la incapacidad del alcalde de Balti, Nicolai Grigorisin, para comunicarse directamente con el embajador generó comentarios cáusticos, no es el único moldavo que no puede conversar en la lengua nacional casi tres décadas después de que se cambiara del ruso al rumano.
El cambio de 1989, que también supuso la adopción del alfabeto latino, encaminó a la antigua república soviética hacia su independencia en 1991. Cuatro quintas partes de los tres millones de habitantes de Moldavia declararon durante un censo realizado en 2014 que consideraban el rumano, también denominado moldavo, como su lengua materna.
El ruso es hablado a diario por el resto de la población, y algunos residentes en el país sin salida al mar situado entre Rumanía y Ucrania quieren que siga siendo así.
El rumano «se ha desarrollado en estas tres décadas gracias a los entusiastas de la educación y de la cultura, a pesar de los ataques de los políticos y de la influencia rusa», dijo el analista político Vlad Turcanu. «Está claro que la élite política de Moldavia es indiferente y negligente con el tema».
La cuestión tiene matices políticos, sociales y geográficos. Aunque muchos moldavos son bilingües, el ruso es la lengua preferida en el norte de etnia rusa o en la república semiautónoma de Gagauzia, hogar de un grupo turco cristiano de habla rusa.
El encuentro del 18 de julio entre Grigorisin y el embajador Mansanobu Yoshi es un ejemplo de ello. Grigorisin, de 47 años, apenas sabe hablar rumano. Elena Hrenova, legisladora del Partido Socialista pro-ruso de Moldavia, utiliza el ruso para debatir y expresar sus opiniones en el Parlamento.
Hrenova se negó recientemente a responder a las preguntas de un periodista en rumano. Cuando el reportero le preguntó por qué, citó su escaso dominio del idioma y movió el dedo, diciendo que la lengua debería llamarse moldavo.
Así se referían los soviéticos cuando Moscú promovía la separación geográfica y lingüística de Moldavia de Rumanía. Moldavia formó parte de Rumanía hasta 1940, cuando se anexionó a la Unión Soviética y el ruso se convirtió en la lengua oficial.
Durante el siguiente medio siglo, el rumano se conservó en los pueblos moldavos. Volvió a ser la lengua nacional en 1989.
Desde la década de 1990, la ley moldava exige que todos los funcionarios públicos hablen rumano, incluidos los miembros de la policía, el ejército y el poder judicial.
«La lengua rumana es una cuestión de seguridad nacional» que arraiga al país en Europa y no en Rusia, dijo Turcanu. Señaló que la resistencia a la misma es más fuerte en las zonas dominadas por las minorías de habla rusa «que viven en un mundo casi paralelo al de los rumanos y están mucho más expuestos a la propaganda rusa».
Corneliu Rusnac colaboró desde Chisinau, Moldavia.