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Sí, soy una madre sobreprotectora y siempre lo seré

Mi hija ha cambiado la contraseña de su teléfono, otra vez, lo que no me ha dejado otra opción que quitárselo hasta que me permita conocer la nueva clave. Mi hijo intenta colar su portátil en su habitación todo el maldito tiempo. Hurgo en sus redes sociales y tengo que contactar con uno de los padres antes de permitirles ir a casa de un amigo.

Esto vuelve locos a mis hijos. A sus 13 y 15 años está muy claro que se creen invencibles, que yo no sé nada y que piensan que mi diligencia a la hora de controlarles y ponerles límites en lo que se refiere a su vida social no tiene nada que ver con que intente hacer todo lo posible para que estén a salvo y no se comporten como un imbécil.

En su mente, esto es un pasatiempo divertido para mí y mi mejor intento de arruinar sus vidas para siempre.

Estoy orgullosa de ser una madre sobreprotectora

Estoy orgullosa de ser una madre sobreprotectora

De padres a padres, saben que no es por eso por lo que hago estas cosas, pero si eso es lo que quieren pensar, genial. Yo he dejado de intentar convencerles de lo contrario.

En primer lugar, participo en este juego de empujones y tirones porque soy su madre, lo que siempre estará por encima de ser su amiga.

Segundo, me di cuenta de que la energía que estaba usando para intentar convencerles de que estaba haciendo todo esto por su propia seguridad y porque les quería más que a nada en el mundo entero estaba recortando seriamente la energía que tengo almacenada para hacer ejercicio y fregar los zócalos, así que tenía que parar.

No sé de qué otra manera criar a mis hijos adolescentes. Algunos pueden llamarlo ser una madre sobreprotectora o usar términos como «paternidad helicóptero» o como sea que se llame. La gente puede arrojarme a una categoría de crianza, literalmente no me importa.

Cuando era adolescente, me metí en algunas situaciones imprecisas cuando mi madre no estaba prestando atención. Pero también siento que esta es la época en la que tengo que vigilar a mis hijos para que salgan de situaciones complicadas. Estos años no están hechos para dejarlos libres y esperar lo mejor porque confío en ellos, que lo hago.

Les doy libertades en pequeñas dosis aunque a ellos les parezca que están cautivos. Han roto mi confianza y he dejado que se la ganen de nuevo y creo que la única manera de hacerlo es darles una consecuencia apropiada, hacer que cumplan su tiempo y luego volver a intentarlo.

Pero como padres todos somos diferentes; tenemos hijos diferentes; nos sentimos cómodos criando de diferentes maneras y seguro que algunas de nuestras experiencias pasadas entran en juego aquí porque eso es lo que nos hace ser quienes somos.

Siempre creeré que nuestros hijos nos buscan para que les pongamos límites y ya no me cuestiono mi forma de criar comparando lo que permito que hagan mis hijos con lo que otros padres permiten que hagan los suyos. No puedo, me da vueltas en la cabeza y les muestra a mis hijos que no estoy segura de mí misma. Que por cierto, a veces lo estoy, pero mi instinto nunca miente.

Si no me siento bien enviando a mi hija a una pijamada mixta, aunque sea la única que no va, no la dejo ir. He ido en contra de mi intuición las suficientes veces en mi vida como para darme cuenta de que cuando hago eso, siempre es una decisión equivocada.

Creo que si eres padre y te preguntas hasta dónde debes llegar para proteger a tus hijos, o hasta dónde debes involucrarte en su vida social, y qué medidas debes tomar para asegurarte de que cumplen las normas, debes llegar hasta donde tu zona de confort te lo permita, y cambiar tus normas en consecuencia.

Puede que hoy te sientas bien con algo, pero que tengas una razón para cambiar de opinión la semana siguiente, y realmente no tienes que machacarte por esa decisión.

Puede que mi hija de trece años no entienda en este momento por qué no me parece bien que vaya a casa de un amigo después del colegio (un amigo al que no conozco de nada) mientras le acompañan su hermano de diecisiete años y sus amigos cuando no hay padres en casa, pero algún día lo hará. Y yo estaré aquí esperando a que me dé las gracias.

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