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Josías

Josías, también deletreado Josías, (nacido hacia 648 a.C.-muerto en 609), rey de Judá (hacia 640-609 a.C.), que puso en marcha una reforma que lleva su nombre y que dejó una huella indeleble en las tradiciones religiosas de Israel (2 Reyes 22-23:30).

Josías era nieto de Manasés, rey de Judá, y ascendió al trono a los ocho años tras el asesinato de su padre, Amón, en el año 641. Durante un siglo, desde Acaz, Judá había sido un vasallo del imperio asirio. La política imperial impuso en Judá cultos ajenos que suprimían u oscurecían la identidad religiosa israelita. Tras la muerte del rey Asurbanipal, el imperio asirio cayó en el caos; ya no podía hacer valer su autoridad en Jerusalén. Egipto también estaba debilitado, y Judá obtuvo así un grado inusual de independencia de las potencias extranjeras. Hacia el año 621, Josías lanzó un programa de renovación nacional, centrado en el Templo de Jerusalén. Un libro que se cree que contenía disposiciones relativas a las tradiciones del pacto de los tiempos premonárquicos le impresionó profundamente y dio un giro decisivo a sus reformas. El Templo fue purgado de todos los cultos extranjeros y dedicado íntegramente al culto de Yahvé, y se abolieron todos los santuarios locales, concentrándose los sacrificios en Jerusalén.

En Asiria, Babilonia, que había sido durante mucho tiempo una provincia inquieta, encabezó una coalición que saqueó Nínive. El imperio estaba en una situación desesperada; los babilonios parecían estar a punto de desplazarlo. Con la esperanza de mantener a Mesopotamia dividida, Necao II, el faraón egipcio, se dispuso a ayudar a los asirios en apuros. Desembarcó una fuerza en el territorio del reino del norte de Israel. El rey Josías tenía la esperanza de reunificar Judá e Israel, haciendo que este último territorio formara parte de su propio reino bajo la égida de Babilonia. En consecuencia, desafió al faraón a la batalla; pero se cuenta que «Necao lo mató en Meguido, cuando lo vio» (2 Reyes 23:29). Poco después, Asiria fue eliminada por completo, los egipcios se retiraron y el hijo de Josías, Joaquín, a quien Necao había colocado en el trono de Judá como vasallo, tuvo que someterse a Babilonia, el nuevo imperio mesopotámico.

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