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Dilema ético

El problema de la existencia de los dilemas éticos se refiere a la cuestión de si existen auténticos dilemas éticos, en contraposición a, por ejemplo, los dilemas meramente aparentes o los conflictos resolubles. La posición tradicional niega su existencia, pero hay varios defensores de su existencia en la filosofía contemporánea. Hay varios argumentos a favor y en contra de ambos bandos. Los defensores de los dilemas éticos suelen señalar ejemplos aparentes de dilemas, mientras que sus oponentes suelen tratar de demostrar que su existencia contradice principios éticos muy fundamentales. Ambos bandos se enfrentan al reto de conciliar estas intuiciones contradictorias.

Argumentos a favorEditar

Los ejemplos de dilemas éticos son bastante comunes: en la vida cotidiana, en historias o en experimentos de pensamiento. En algunos de estos ejemplos puede resultar evidente que nuestras intuiciones iniciales nos engañaron y que el caso en cuestión no es un verdadero dilema después de todo. Por ejemplo, puede resultar que la situación propuesta es imposible, que una opción es objetivamente mejor que la otra o que hay una opción adicional que no se mencionaba en la descripción del ejemplo. Pero para que el argumento de los defensores tenga éxito, basta con que haya al menos un caso genuino. Esto constituye una dificultad considerable para los oponentes, ya que tendrían que demostrar que nuestras intuiciones están equivocadas no sólo sobre algunos de estos casos, sino sobre todos ellos. Una forma de argumentar a favor de esta afirmación es categorizarlos como dilemas éticos epistémicos, es decir, que el conflicto simplemente parece irresoluble debido a la falta de conocimiento del agente. Esta postura puede resultar algo plausible porque las consecuencias de las acciones, incluso las más sencillas, suelen ser demasiado amplias para que podamos anticiparlas adecuadamente. Según esta interpretación, confundimos nuestra incertidumbre acerca de qué curso de acción supera al otro con la idea de que este conflicto no es resoluble en el nivel ontológico.

El argumento del residuo moral es otro argumento a favor de los dilemas éticos. El residuo moral, en este contexto, se refiere a las emociones retrospectivas como la culpa o el remordimiento. Estas emociones se deben a la impresión de haber hecho algo malo, de no haber cumplido con sus obligaciones. En algunos casos de residuos morales, el agente es responsable por sí mismo porque hizo una mala elección de la que se arrepiente después. Pero en el caso de un dilema ético, esto se impone al agente independientemente de su decisión. Pasar por la experiencia del residuo moral no es sólo algo que le ocurre al agente, sino que incluso parece ser la respuesta emocional adecuada. El argumento del residuo moral utiliza esta línea de pensamiento para argumentar a favor de los dilemas éticos sosteniendo que la existencia de los dilemas éticos es la mejor explicación de por qué el residuo moral en estos casos es la respuesta apropiada. Los oponentes pueden responder argumentando que la respuesta apropiada no es la culpa sino el arrepentimiento, con la diferencia de que el arrepentimiento no depende de las elecciones previas del agente. Al cortar el vínculo con la elección posiblemente dilemática, el argumento inicial pierde su fuerza. Otro contraargumento permite que la culpa sea la respuesta emocional adecuada, pero niega que esto indique la existencia de un dilema ético subyacente. Esta línea de argumentación puede hacerse plausible señalando otros ejemplos, por ejemplo, casos en los que la culpa es apropiada aunque no haya habido elección alguna.

Argumentos en contra

Algunos de los argumentos más fuertes en contra de los dilemas éticos parten de principios éticos muy generales e intentan mostrar que estos principios son incompatibles con la existencia de dilemas éticos, que su existencia implicaría, por tanto, una contradicción.

Uno de estos argumentos procede del principio de aglomeración y del principio de que el deber implica el poder. Según el principio de aglomeración, si un agente debe hacer una cosa y debe hacer otra, entonces este agente debe hacer ambas cosas. Según el principio de que el deber implica el poder, si un agente debe hacer ambas cosas, entonces el agente puede hacer ambas cosas. Pero si el agente puede hacer ambas cosas, no hay conflicto entre los dos cursos de acción y, por tanto, no hay dilema. Puede ser necesario que los defensores nieguen el principio de aglomeración o el principio de que el deber implica el poder. Cualquiera de las dos opciones es problemática, ya que estos principios son bastante fundamentales.

Otra línea de argumentación niega que haya conflictos éticos irresolubles. Este punto de vista puede aceptar que tenemos varios deberes, que pueden entrar en conflicto entre sí en ocasiones. Pero esto no es problemático siempre que haya un deber que supere a los demás. Se ha propuesto que los distintos tipos de deberes pueden ordenarse en una jerarquía. Así, en caso de conflicto, el deber más alto siempre tendría prioridad sobre el más bajo, por ejemplo, que decir la verdad es siempre más importante que cumplir una promesa. Un problema de este enfoque es que no resuelve los casos simétricos: cuando dos deberes del mismo tipo entran en conflicto. Otro problema de esta postura es que el peso de los distintos tipos de deberes parece ser específico de la situación: en algunos casos de conflicto debemos decir la verdad antes que cumplir una promesa, pero en otros casos ocurre lo contrario. Esta es, por ejemplo, la posición de W. D. Ross, según la cual tenemos una serie de deberes diferentes y tenemos que decidir su peso relativo en función de la situación concreta. Pero, sin más argumentos, esta línea de pensamiento no hace más que plantear la cuestión al defensor de los dilemas éticos, que puede simplemente negar la afirmación de que todos los conflictos pueden resolverse de esta manera.

Un tipo diferente de argumento procede de la naturaleza de las teorías morales. Según varios autores, es un requisito para las buenas teorías morales que sean orientadoras de la acción al poder recomendar lo que se debe hacer en cualquier situación. Pero esto no es posible cuando se trata de dilemas éticos. Así que estas intuiciones sobre la naturaleza de las buenas teorías morales apoyan indirectamente la afirmación de que no hay dilemas éticos.

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